Personal Shopper. Crónica XXV: Escaparates

Si había algo que a mí me encantaba de pequeña, era ir con mi madre a "ver escaparates"... No "ir de compras", no. Eso era otra cosa, y bastante más aburrida, por cierto... Nosotras íbamos a mirar… Y, ¡oye!, ¡tan contentas¡. Solíamos ir a dar una vueltecita, a eso de media tarde, parándonos en unos y otros, sin prisas, poniéndonos al día de todos los avances de temporada. Aunque dicha sea la verdad, a mí lo que realmente me gustaba eran los churritos madrileños que comprábamos al pasar por una de las calles más céntricas. Calentitos, crujientes, envueltos en una bolsita de papel especial, que servían para que yo aguantara, sin protestar demasiado, todos los escaparates del mundo mundial. 

La cuestión se hacía mucho más entretenida en Navidad, no solo porque a la luz de los comercios se añadía la iluminación de las calles con miles de bombillas, y se vestían sus escaparates con las mejores galas, sino también, porque aparecían nuevos suministros para mi avituallamiento mientras miraba y miraba... Nada más y nada menos que ¡¡¡castañas asadas!!!. Te las daban en un cucurucho hecho con papel de periódico, y era un gustazo llevarlo entre las manos por lo calentitas que se te quedaban. Así ni frío, ni lluvia, ni viento... Un buen abrigo, un gorro calado hasta las cejas, bufanda, guantes de lana… y más feliz que una perdiz, al menos, hasta que se acababan las castañas.

Y no como mi amigo "Pike", que ni siquiera con un "macetón" de Coca-Cola, se le quitaba la cara de circunstancias…

©Arturo Elena

Aún hoy sigue siendo esta una de mis diversiones favoritas: pasear por el centro de la ciudad, lleno de luz y alegría e ir descubriendo, paso a paso, las distintas sorpresas con las que los comerciantes tratan de atraer las miradas del público y a su clientela, con unos escaparates llenos de fantasía y originalidad. Por eso, estas Navidades, me he recorrido, virtualmente, las calles de algunas ciudades emblemáticas, vestidas con sus mejores galas para las fiestas, no solo con la intención crematística de atraer clientela para el consumo, ese consumo furibundo que a veces nos espanta, sino también para sacar nuestras vidas de la rutina diaria, dándole un toque diferente y especial, aunque solo sea de forma pasajera.

 ©Arturo Elena

Y así lo hice, al más puro estilo Audrey Hepburn en "Desayuno con diamantes", parándome en sus escaparates, pero no en cualquier escaparate, sino en aquellos que constituyen el paradigma del glamour, la elegancia y el lujo. Tiendas exquisitas, a cuyo interior solo acceden algunos privilegiados, y que mantienen sus ventanas abiertas al exterior para permitir al resto de los mortales, que somos la gran mayoría, admirar, aunque solo sea de lejos y a través de un cristal acorazado, las principales piezas de sus colecciones: zapatos, bolsos, vestidos, joyas, etc.

Hablando de joyas, y ya que estuve en la tienda de Lladró en Manhattan para confeccionar mi anterior crónica, para esta quise acercarme a una de las joyerías más famosas del mundo: "TIFFANY", con tiendas en las ciudades más importantes del planeta, y cuyo buque insignia se encuentra en la ciudad de New York, concretamente en la esquina de la calle 57 con la Quinta Avenida, donde hoy se expone el impresionante diamante amarillo, adquirido en Sudáfrica por su fundador Charles Lewis Tiffany, un apasionado admirador de los diamantes más bellos del mundo. Al parecer, solo dos mujeres han tenido el privilegio de lucir dicho diamante: Mary Whitehouse en 1957 y Audrey Hepburn, en 1961, para la sesión de fotos de promoción de la legendaria película arriba citada.

El emblema de la casa es su anillo de compromiso, cuya fama al parecer se debe a que es el único que incorpora seis dientes de platino, permitiendo así que se refleje mayor cantidad de luz en la piedra y por tanto, brille más. Por si fuera poco y adaptándose a los tiempos, la firma ha creado una aplicación de joyería para iPhone con el fin de que sus clientes no tengan que hacer muchos esfuerzos (salvo el económico, claro), ni molestarse demasiado, para encontrar el anillo de compromiso a la medida.

Y para qué contaros las maravillas que muestran sus estantes, aunque lo que pretendo resaltar aquí, no es ya el contenido de estos, que se da por supuesto, sino el buen gusto, la delicadeza y la exquisitez con que se presentan, lo que, si cabe, viene a resaltar todavía más su belleza. Tanto los escaparates como el interior de las tiendas son la máxima expresión del elitismo y el refinamiento, conseguido además de una forma muy sencilla, casi minimalista, con escenas y paisajes ingenuos, naifs, donde el producto, perfectamente integrado en los mismos, es la sorpresa.

Madrid y Barcelona son las dos capitales españolas que tienen el privilegio de contar, en sus calles, con los magníficos escaparates de esta marca, que lleva su sello hasta en los envoltorios, unas cajitas azules con lazo blanco ("tiffany blue box"), donde se entregan a los clientes las joyas adquiridas, y que por sí mismas constituyen un elemento de distinción y de identidad de la empresa. Por eso están patentadas.

Al igual que está patentado el color azul que las decora y con el que la marca se publicita: el "Tiffani blue", utilizado por el público para múltiples aplicaciones en el terreno de la moda, la decoración o el interiorismo, y que a mí, de una forma imperdonable, se me olvidó mencionar entre las gamas de "azules" de mi crónica nº XVIII dedicada a ese color (azules), si bien es verdad, que mi favorito es el turquesa, que es muy parecido y del que sí hicimos una buena reseña.

Así que como andaba por New York, y en la Quinta Avenida para más señas, me fui directa a la altura del nº 745, entre las calles 57 y 58, donde se encuentran los grandes almacenes americanos Bergdorf Goodman, cuyos escaparates, para algunos, son los mejores del mundo, muchos de ellos tan emblemáticos como el que podéis ver más abajo, al parecer, un homenaje a la ciudad de Nueva York y a la mítica fotografía de Charles Ebbet donde aparecen unos obreros sobre el andamio de un rascacielos.

 ©Charles Ebbet

Considerados por los entendidos como la "tienda más bonita" y "el mejor armario" del mundo, estos grandes almacenes, fundados por la familia Goodman en 1899, han hecho y siguen haciendo la delicia de los neoyorquinos y de millones de turistas que todos los años se acercan a los grandes ventanales del considerado "templo del lujo" en New York, para admirar la originalidad, belleza y exclusividad de su contenido.

Los escaparates cambian de temática cada vez que hay alguna celebración o acontecimiento, vestidos para la ocasión por un equipo de profesionales dirigidos por el creativo David Hoey. Tal es el caso de los majestuosos ventanales de arriba, de color lavanda, engalanados, al efecto, para la celebración del 111 aniversario de la apertura de estos grandes almacenes, a través de los cuales se reproduce toda su historia, con el edificio que les ha servido de sede como fondo y en el que se van agolpando multitud de recuerdos, representados por los distintos objetos y modelos de los maniquíes, así como fotos pertenecientes a los personajes mas importantes del mundo que los han visitado en su momento...

Todas las Navidades hay sorpresa en el contenido y la forma de presentación de sus escaparates, creando una auténtica expectación la iluminación de los mismos, a cuya luz acuden gentes de todo el mundo deseosa de ver cómo se superan año tras año en imaginación, originalidad y belleza. El 20 de Noviembre pasado, la puesta en escena ha sido de lo más espectacular, el tema elegido fue el hielo "Holidays on Ice" y para su descubrimiento se valieron de bailarines/acróbatas que descendieron desde la terraza del edificio para levantar los cortinones que los cubrían, dedicados cada uno de ellos a celebrar alguna fiesta señalada:

El día del Árbol, con la maniquí vestida de Alexander Mcqueen:

Día de San Valentín, con la maniquí vestida de Giambattista Valli:

Halloween: una gran tela de araña, formada por cristales de Swarovski, a través de la cual sobresalía el rostro demacrado y fantasmagórico de la maniquí.

En Londres, los Almacenes HARRODS son la visita obligada. La temática y la ornamentación de sus escaparates convierten la iluminación navideña de los mismos en uno de los acontecimientos más importantes de la ciudad, con un público asombrado y expectante por comprobar las novedades introducidas cada año. En el 2012, estuvieron dedicados a las Princesas Disney, vestidas cada una de ellas por los más importantes diseñadores del mundo. Así, a través de sus mágicos ventanales, se podía contemplar a "Blancanieves" vestida por ÓSCAR DE LA RENTA, "La Bella Durmiente" de ELIE SAAB, "Tiana" vestida por RALPH LAUREN, "Bella" de VALENTINO, o "La Cenicienta" de VERSACE, entre otras...

En 2013, la sorpresa ha sido una enorme locomotora que parecía pasar a toda velocidad tras sus ventanales, cada uno de los cuales representaba un vagón ocupado por pasajeros muy elegantes y diferentes, luciendo modelazos, con escenas que no tenían nada que envidiarle al Orient Express.

Y De Londres a París, donde las GALERÍAS LAFAYETTE son el punto de referencia, con ese impresionante árbol de Navidad en el Hall, que se renueva todos los años, con las marcas de lujo alrededor, y sus impresionantes escaparates llenos de magia y color. Todo un espectáculo para pasar una divertida tarde de Navidad.

Aunque puestos a decir la verdad, no sé que impresiona más, si el árbol, los escaparates y su lujoso contenido, el edificio entero, para algunos uno de los más bellos ejemplos de la arquitectura modernista de centros comerciales, o esa maravillosa cúpula que todo lo cobija, tan fotografiada, al parecer, como la Torre Eiffel o el Museo Louvre, y bajo la cual llegan a cobijarse más de 20 millones de visitantes al año.

En el 30 de la Avenue Montaigne, se encuentra la MAISON DIOR, en esta Navidad con sus magníficos escaparates vestidos de oro para las fiestas

Y no muy lejos de allí, en el 101 de Les Champs Elysées, se encuentra la tienda de LOUIS VUITTON, también en estas fiestas luciendo unos ventanales llenos de luz, obra del escaparatista norteamericano JAMES TURREL, cuyo trabajo, al decir de los entendidos, es un "ejemplo de integración de arte y arquitectura en el diseño de escaparates", con una potencia visual a la que es difícil sustraer las miradas.

No podía olvidarme de los almacenes "Printemps" en el 40 del Boulevard Haussman, junto a las Galerías Lafayette, en cuyo recinto se exhiben las marcas de moda más lujosas del mundo, y que en Navidades convierten sus escaparates en un sueño, hecho realidad, para todos los afortunados que acuden a visitarlos.

En la Navidad de 2013, los escaparates han estado engalanados con el sello y la sofisticación de "PRADA".

El tablero de ajedrez y el oso de peluche, dos símbolos de Prada, han sido el elemento definidor de unos inmensos ventanales, a través de los cuales, estos legendarios almacenes reflejan la exclusividad y el elitismo de su contenido.

Y cada año están dedicados a un/a grande del diseño. En el 2012, el elegido fue DIOR, y abajo os dejo solo unos detalles de la elegancia y delicadeza de los mismos.

(¡Qué bonito, por Dios, con lo que nos gustan aquí las bolas de cristal!. Si son de nieve, mejor. Y si son de estrellas, y de Dior, ya ni te cuento...)

Marionetas articuladas, vestidas por "la maison", con los detalles y accesorios de la marca, para delicia de los afortunados que se acercaban a admirarlas.

Detalle del escaparate

Kioscos de música con bailarines en movimiento, bajo la noche nevada...

Feria, Tiovivos, Princesas de cuentos... Fantasía y belleza a raudales...

Y voy a finalizar esta crónica, paseando por Milán, concretamente por la Galería Vittorio Emanuele, donde en 1983 abrió su tienda "PRADA", cuyos escaparates son todo un destello de colorido y glamour en el que se miran todos los enamorados de la moda.

Hay muchos más, pero por esta vez me quedo ya aquí, cobijada bajo esta maravillosa bóveda de cristal, hacia donde no dejan de dirigirse mis ojos, y donde seguramente me perderé, mirando extasiada algunos de los escaparates de las tiendas mas lujosas del mundo. Como cuando era pequeña... ejem, pero sin castañas ni churritos madrileños.

Ciao, ciao...

Monni de la Hesk.- Personal Shopper del CrochetingClub.